Carlos V, rey y emperador
12/01/2021
Nacido en Gante el 24 de Febrero de 1500 y muerto en Yuste el 21 de Septiembre de 1558.
Una serie de alianzas dinásticas y fallecimientos prematuros convirtieron al nieto de los Reyes Católicos en el joven más poderoso de Europa y las nuevas Américas.
Reinaba como Carlos I de España desde los dieciséis años y a los veinte, tras la muerte de su abuelo paterno, el emperador Maximiliano I de Habsburgo, como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y se le designa como Carlos I de España y V de Alemania.
Pero… ¿Fue realmente un emperador que no supo ser rey?
En sus últimos días, Carlos tiene mucho tiempo para reflexionar y recapacitar. En una charla con su hermana Maria hace balance de sus años de reinado, de sus logros y sus derrotas, de sus virtudes y defectos y además, su mente se llena de recuerdos, nunca ha olvidado a su esposa Isabel de Portugal.
“Fui el hombre más poderoso pero me he visto incapaz de colmar el deseo de una mujer atormentada… Es mucha la distancia entre lo que me propuse y lo que logré y eso solo tiene un nombre… fracaso. Ni acabé con la herejía, ni sometí al infiel ni conseguí unir a la cristiandad en una monarquía universal”
No han sido poco los reinos que han sucumbido al morir sus Reyes pero en nada quedan comparados con los vividos tras la muerte de su Católica La Majestad.
Desde la muerte de Isabel la Católica, Fernando de Aragón, trató de hacerse con el control de los reinos pero la política francófila de Felipe los hizo enfrentarse. Fernando abandonó Castilla y se refugió en Aragón. La muerte repentina de Felipe y el estado de enajenación mental de Juana, cambió la situación. Nadie gobernaba en Castilla, Felipe muerto, Juana enloquecida y Fernando ausente tuvo que regresar a Castilla y mantener la promesa que Fernando le hizo a Isabel.
En 1516, tras la muerte de Fernando el Católico, Carlos se convierte en el heredero legítimo de todos los estados que habían pertenecido a sus abuelos.
Sin embargo, Carlos tenía seis años, era un niño y Cisneros, regente de Castilla, sin duda, como dirigente político y religioso, fue el personaje clave durante la época más delicada de la transición de España entre los siglos XV y XVI y su papel fue decisivo para la creación del Imperio español.
Hasta que Carlos fue declarado mayor de edad el 5 de Enero de 1515, recibió una esmerada educación tanto por su tía Margarita de Austria como Adriano de Utrech, su profesor más influyente y Guillermo de Croy, señor de Chièvres, como una pieza fundamental en su política.
A lo largo de su reinado, Carlos viajó de un extremo a otro de sus dominios y combatió en muchos campos de batalla, fue un monarca itinerante sin tener una corte estable pero siempre supo rodearse de importantes artistas, pensadores y hombres de ciencia. Y de todos los países que heredó, España fue el más difícil de consolidar bajo su dominio.
¿Pero por qué Carlos y no Fernando? La historia de dos hermanos que crecieron recelando uno del otro.
Quien había nacido en España reinaba en Alemania, mientras que el que se había criado en el extranjero era rey de España.
Fernando, era hermano menor de Carlos, se educó en Castilla y fue visto con cierta simpatía por la nobleza castellana. Tras la elección de Carlos como emperador, Fernando se convirtió en uno de sus más fiables colaboradores pero también en un posible rival.
Fernando I de Habsburgo, fue el hermano desterrado de Carlos que finalmente se convirtió en emperador y su política estuvo marcada por la lucha contra los protestantes. Sin embargo, los dos emperadores también tuvieron cuatro hermanas a menudo olvidadas.
Leonor, la primogénita. Fue entregada al rey de Portugal quien le sacaba 30 años y había estado casado anteriormente con dos infantas españolas. Quedó viuda y contrajo matrimonio con Francisco I, rey de Francia y enemigo principal de España.
Isabel, la leal. Fue maltratada por su marido. Pasó todo tipo de vicisitudes a causa de un marido infiel, como en el caso de su hermana Leonor.
María, gobernadora de los Países Bajos. Como la más destacada y quizás la más inteligente de las cuatro hermanas archiduquesas de Austria. Era la hermana más unida al emperador. Terminó convirtiéndose en consejera insustituible del emperador más importante de la Europa de entonces.
Catalina, la única española. Junto a su hermano Fernando fue la única que nació en suelo español. También fue la más longeva de todas ellas. Estuvo recluida con su madre Juana en el Palacio de Tordesillas. No siguió a ciegas la política fraterna y, quizás por ser reina, siempre apoyó los proyectos del trono portugués sin dejar de ser leal a su dinastía, la Habsburgo.
Pero los Reyes nunca gobernaron sin sus reinas…
No son pocas las mujeres que han tenido un papel fundamental en la historia de España y que, sin embargo, no han sido reconocidas como debieran o sencillamente han sido pasto de las llamas del olvido como es el caso de Isabel de Portugal, esposa del rey español y Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico.
Ella con 23 y Carlos con 26 años, se casaron en los Reales Alcázares de Sevilla en el año 1526.
Siempre se ha afirmado que Carlos fue más Quinto que Primero, más emperador que rey; esto es, que estuvo mucho más inmiscuido en los asuntos del Imperio que en sus súbditos castellano-aragoneses.
Isabel llegó a ser gobernadora de España en ausencia de su marido y no son pocos los biógrafos que aseguran quedicho estado de soledad contribuyó a su fallecimiento prematuro.
La princesa recibió una esmerada educación de carácter humanista, aprendió a leer y escribir, latín, castellano, inglés y francés. No se descuidó de su formación artística y recibió una sólida formación musical. Es por ello que en cada parto, siempre mantenía su rostro tapado al igual que Isabel la Católica, aguantando los dolores propios con gran compostura, según narran algunos cronistas.
Isabel de Portugal muere en 1539, cuando solo contaba con treinta y seis años de edad. Se ha especulado mucho sobre las causas de su muerte pero, en definitiva, parte de la historiografía coincide en que lo que llevó a este prematuro fallecimiento, no fue sino la tristeza y soledad ante las largas ausencias del Rey.
Y Carlos, no volvió a casarse…
Trece años, desde el 1526 al 1539 había vivido doña Isabel en España como Emperatriz y Reina consorte.
El triste deceso fue el día 1 de mayo al mediodía, y después de las honras fúnebres, las de una Reina, se puso en marcha por orden del Emperador la comitiva que iba a acompañar sus restos mortales hasta Granada, para ser depositados en la Capilla Real. Pero el Emperador, desolado no acompaño esta procesión. Carlos V se refugió en el Monasterio Jerónimo de la Sisla, aislándose en él durante más de un mes.
Es aquí cuando comienza el final de Carlos, la decadencia del dueño del mundo.
Carlos e Isabel, tuvieron seis hijos:
- Felipe II de España, María de Austria, Fernando, Juana de Austria, Juan y Juan, que nació un año después de morir el anterior Juan, y que al nacer provocó la muerte de su madre por complicaciones con el parto.
Pero Carlos V también tuvo una vida extramatrimonial entretenida, y de la misma nacieron los siguientes hijos:
- Isabel de Castilla, Margarita de Austria, Juana de Austria, Tadea de Austria y Juan de Austria.
Es importante remarcar que cada uno de estos hijos bastardos del rey fue fruto de su relación con una mujer diferente. Es decir, todos son hermanastros pero ninguno es hermano de otro.
Pero ni el más poderoso de los hombres es inmune a la enfermedad y la muerte…
En la última etapa de su vida comía solo porque le avergonzaba que su marcado prognatismo se acentuara al masticar los alimentos. Tuvo fuertes ataques de gota por la excesiva ingesta de carne en su dieta, bebía, además, 4 o 5 litros de cerveza en cada comida y además lo postraron en una silla-camilla de madera hasta su muerte, en 1558, por culpa de una malaria.
Y es así como Carlos, Rey y Emperador, abdicó y marchó a las Españas para no volver, eligiendo el Monasterio de Yuste para pasar los últimos días de su vida.
“La generosidad de mi madre Juana de Castilla me llevó a gobernar a los 17 años de edad, luego, siendo todavía un muchacho, se me concedió el derecho del Imperio.
En poco tiempo debía de erigir, Flandes, Nápoles, Sicilia y las tierras de ultramar. Ha sido quizás mi vida, un rosario de viajes que no solo han consumido este cuerpo mío sino que me arrancaron con frecuencia de mis compañías más amadas, la de mis hijos y la de mi esposa, a quién habría querido entregar todos mis días.
Pero no sólo me llamaba el deber, para mis tormentos y mis dominios también las guerras. Batalle siempre obligado para defenderme de la ambición de otros, de quien creía habría de ser mi único enemigo, el turco y esa condena que fue para mí, el Rey Francisco de Francia.
Hube de combatir además el brote del hereje de mi propio imperio, peligro que no he sabido amainar como hubiese querido … Mas ninguno de esos trabajos me fue más penoso ni me afligió tanto como el que ahora siento al dejaros.
Para gobernar los estados que Dios me concedió no tengo ya fuerzas y las pocas que me quedan se acabaran pronto… estando ya tan cansado, no puedo prestar ya servicio alguno como sí lo harán quiénes reciban mi legado…
A mi hijo Felipe, a quien dejo las Españas, Flandes, las tierras Italianas y las de las Indias mientras que el Imperio quedará en manos de mi hermano Fernando.
Aunque son muchos los enemigos, la fuerza de esta unión familiar, lograra vencerlos.»
Aquel hombre que había acumulado un poder sin igual durante siglos decidía abandonarlo antes de tiempo, afectado, como su madre, por rachas de profunda depresión.
Silencio y reposo eran ya los únicos deseos de un hombre que había padecido sin quererlo la tragedia de dominar el mundo.