La Corte Nazarí debió albergar todo un mosaico de féminas que, desde sus considerables diferencias étnicas, sociales, físicas y culturales, llenaron de diversidad y color los múltiples rincones y espacios de la Alhambra, desde las mujeres árabes a las mujeres importadas en calidad de concubinas.
El primer colectivo del mundo femenino nazarí era el integrado por las “esposas legales” de la dinastía y estaba constituido exclusivamente por aquellas mujeres pertenecientes a la propia familia real que fueron desposadas con emires de la estirpe. Estas mujeres legítimas eran las llamadas mujeres libres.
Las esposas legítimas nazaríes eran por lo general primas paternas del soberano en cuestión, pues en el Reino de Granada se practicó con acostumbrada frecuencia la modalidad del matrimonio entre primos.
La primera razón que motivaba esta unión era de índole económica, pues el matrimonio entre primos permitía mantener las propiedades dentro de la propia familia. Son varios los casos de matrimonios de emires con primas paternas en el entorno familiar nazarí como Muhammad I, el propio fundador de la estirpe.
Pero un aspecto de vital importancia en este matrimonio y sobre todo en la mujer para poder contraer matrimonio, es el relativo a su virginidad.
De hecho, el Corán resalta esta cualidad como deseable, por no decir imperativa. Esta castidad estaba relacionada con su recato y por eso, debían ir siempre veladas, ocultas de la vista ajena a excepción de la de su marido y la de sus parientes no prohibidos, siendo considerado un símbolo de respetabilidad.
“ … Di a las creyentes que bajen la vista con recato, que sean castas y no muestren más adorno que los que están a la vista, que cubran su escote con el velo y no exhiban sus adornos sino a sus esposos”
Pero junto a las mujeres de sangre nazarí, consta también que hubo esclavas y concubinas. De hecho, el Corán alude a los esclavos.
No olvidemos el hecho de que el pueblo árabe se considera hijo de Agar, la esclava concubina de Abraham, cuyo hijo Ismael, es tenido por el padre los árabes, mientras que Isaac, el otro hijo de Abraham junto con su esposa libre, Sara, es históricamente el ancestro del pueblo hebreo. Abraham significa etimológicamente “padre de muchos pueblos”.
Pero cabe destacar que Agar, no era el nombre verdadero de esta concubina egipcia, sino su apodo. Agar significa la “alejada” debido al exilio y el abandono por parte de Abraham a petición de su esposa libre Sara.
En esta cultura, educar, liberar y desposar a una esclava por parte de su amo suponía una doble recompensa celestial y por esto, el comercio de esclavos floreció en Al-Andalus.
Mujeres guapas y rubias de origen europeo podían alcanzar el estatus de una mujer legítima pero también hubo mujeres esclavas negras de origen africano altamente apreciadas como buenas cocineras y excelentes concubinas.
La presencia de sirvientas y mujeres extranjeras, tan diferentes en origen, era necesaria como reflejo de la prosperidad económica de la corte nazarí. Poseer esclavos del género que fuese, era una señal de bienestar económico y de posición elevada. El lujo aumenta la fuerza de una dinastía y las mujeres eran un factor fundamental en su exhibición, ejerciendo una función que podríamos calificar de ornamental tanto entre las mujeres legítimas como las concubinas.
Entre las mujeres no libres, existían las esclavas convertidas en concubinas – madres de la dinastía nazarí y aquellas que, por el contrario, fueron tan solo destinadas al servicio doméstico o al entretenimiento en la Alhambra.
Pero los sultanes nazaríes, constatan el gusto por las mujeres cristianas. Y para ellas, la única salida hacia la libertad era la conversión al Islam y la maternidad era el medio que permitía, por lo tanto, escalar en la pirámide social del harén e incluso dentro de la dinastía. Como es evidente, la gran esperanza de estas concubinas no solamente era la de tener un hijo, sino también la de convertirse en la madre del futuro sultán. Y dicho privilegio fue alcanzado por algunas concubinas de la Alhambra.
Pero como era de suponer, las mujeres libres, es decir, las esposas legítimas, eran lógicamente las oponentes más firmes al concubinato, pues se convertían en las mayores víctimas de tal situación.
Junto a las concubinas de origen cristiano, algunas de las cuales acabaron siendo sultanas de la Alhambra, hubo también en la corte nazarí otro tipo de esclavas, empleadas únicamente para el servicio doméstico como cocineras, camareros, comadronas, médicas y nodrizas. Y cabe destacar, entre las sirvientas de la Alhambra, hubo algunas mujeres de color.
Pero también hay que resaltar una tercera modalidad de esclavas junto a las concubinas y las mujeres de color destinadas al servicio doméstico. Estas eran las esclavas cantoras y bailarinas dedicadas al espectáculo y a la distracción.
Y las esclavas de Granada en el período nazarí sobresalían en el arte de las danzas con pañuelos y sables, engalanadas de trajes y aderezos, y de otros juegos, con los que mostraban sus destrezas. Por ser tan polifacéticas, estas mujeres eran, por lo tanto, las más caras.
Y entre todas estas concubinas, la gran favorita por excelencia, en la historia de la dinastía nazarí fue Soraya, la segunda esposa del emir Muley Hacén.
¿Te gustaría conocer la historia de Soraya?